Casi un mes sin poder ir a Don Rodolfo, la verdad que ya extrañábamos la selva, sus olores, sus sonidos, su tranquilidad y sus pájaros. El Sábado pasado rumbeamos bien temprano con Willy antes de que febo asome en el horizonte; con un buen mate iniciamos la marcha hacia Santa Ana a las 5 de la mañana para llegar al lugar con los primeros rayos de sol, en el camino desayunamos la infaltable chipa del Cruce de Santa Ana como para que no nos falten fuerzas para la larga caminata ya que hay que trepar el cerro.
Una vez en el lugar las infaltables Urracas nos dieron la bienvenida, willy se quedó a fotografiarlas mientras yo me dirigí a buscar la llave para abrir el portón de entrada al complejo.
La verdad que viendo el desayuno de la Urraca prefiero la chipa con el mate.
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